Naufrago
lentamente en el mar que me invento.
Y no hay círculos para cerrar el tiempo.
Las voces
me susurran al oído
diabólicas,
fatales.
Como un silencio sin memoria.
Un modo de
morir en el olvido.
Soy ya de
arena,
de gesto,
de ausencia.
Me abrazo a
mi condena,
como humo
al viento.
Fue de
sangre mi amor.
Mi odio de
hierba.
Me conservo
siempre anónimo,
escondido,
y ya nadie
lo sospecha.
Porque no
encuentro una voz
para
propagar la mía.
Soy ya
entierro,
luz sin
nombre,
espíritu en
sequía.
Soledad de
dios y de los hombres,
con que se
miden los días.
Nací solo.
Bautizado
por la sombra.
Vivo solo.
Maldiciendo.
Regresa ya
la noche.
Puntual,
blasfema,
Hablo solo.
Escucho
mentiras.
Evito el
silencio.
Traigan
flores.
Ahora que
no estoy ni muerto,
ni en vida.
Daniel Castro A.
Venecia, Italia.
23-08-2012