Cuando
cierres los ojos y sea otoño,
y el mar se
agite como un eco en la memoria,
y el frío
se propague ya en el horizonte,
no me
extrañes.
Cuando el
viento entre mudo y sin nombre a travéz de tu ventana,
y te
puebles de sonrisas y recuerdos
y se apaguen
las velas y te llenes de nostalgia,
no me
extrañes.
Y cuando el
día te encuentre sola
numerando
las cartas,
dividiendo el
milagro
y recordando
el silencio,
no me
extrañes.
Cuando seas
ausencia,
sombra
infinita,
y llanto
y exilio
y aroma
perdido que se dispersa en el aire,
no me
extrañes.
Cuando sueñes
y cantes
y rías
y beses la
noche
y abraces
el tiempo,
no me
extrañes.
Cuando te
canses y apagues el mundo,
y te veas
al espejo
y caigas
dormida
y busques
mi nombre en secreto,
no me extrañes.
Oración de
duende.
Murmullo de
ángel.
Caricia de
ausente.
No me
extrañes.
Tuya es mi
voz,
mi mirada,
el recuerdo,
la música
que fuimos,
y cuando te
gane el delirio,
y te
abandone la calma,
y te sientas extrañarme,
no me
extrañes,
porque
donde estés,
vestida de
invierno
o
primavera,
de azul
o paraíso,
allí,
estaré yo,
contigo...
Daniel
Castro A.
Venecia,
Italia.
13-08-2012