Te
encontré,
pobladora
de sueños,
luz de
azules fantasías,
habitante
infinita
de mi
postrera memoria.
Te
encontré,
aislada del
mundo para el mundo,
casi
desnuda,
como un
delirio que mi cuerpo anhelaba.
Fui siempre
ceniza
y ocaso,
y razón
para un inevitable enigma.
Pero mi
alma débil te tendió la mano,
y fue
entonces de arco iris tu mirada.
Te
encontré,
por las
calles sin nombre,
por las
paredes de piedra,
por el tiempo,
por el tiempo,
como una
pasante anónima.
Sé que me
esperabas,
aunque no
fuera de mármol mi silencio,
aunque no
fuera de nube mi llegada.
A veces
cierro los ojos
e imagino
tu respiro ajeno,
tu respiro
lejano,
tu respiro
incierto.
Te extraño.
Yo que te
encontré
acariciando
el viento,
amamantando
la noche,
construyendo
un recuerdo,
te encuentro
ahora,
ya ausente,
ya
fugitiva,
lejana en
mí,
solitariamente
amando.
Daniel Castro A
Venecia, Italia
9\8\2012