Es un
murmullo oscuro,
que saluda
el invierno
y me
acaricia las manos.
Esa sombra
ausente que siempre sentí allí.
Detrás de
la puerta nadie.
Detrás de
nadie yo,
con un
rostro de incompletud.
Ahora que
estoy solo me doy cuenta,
de haber
estado siempre solo,
como un
jardín,
o una vieja
herida anónima.
Sí,
pienso
siempre su nombre,
de luz y
condena,
de
maravilla y misterio.
Me
pregunto,
quien bailará
el tango,
como lo
hubiera bailado ella?
donde dormirá
la noche?
a quien
besarán los ángeles...?
Un juguete
creía de ser,
pero bien
sabe Benedetti
que con la
muerte no se juega.
Hablaré de
nuevo a las paredes,
a los niños
invisibles,
a las
criaturas que bailan cuando toco
y no se
dejan ver.
“Es ya
demasiado tarde”
me dijo.
Y yo,
sin darme
cuenta,
me dí
cuenta que fue desde siempre
demasiado
tarde.
Daniel
Castro A
Venecia, Italia.
10-12-12
10-12-12