Lloverán
quizás tus manos,
lejanas y
sin nombre,
en mi
futuro de viento y de metal.
Besarán la
carne ausente,
diluida por
el tiempo,
como gotas
de arena en la clepsidra,
que pasarán
ya sin tocarme.
Era un sueño
veraniego,
acompañarnos
al invierno,
hasta traspasar
las sombras y el olvido.
Pero fue
mas fuerte la duda,
la compasión,
el miedo,
que cada
flor murió,
sin darse
cuenta,
sin reír,
sin cantar.
Ahora solo
queda todo y nada.
Una reconciliación
como siempre esperada,
y la
esperanza, de seguir naciendo.
Quizás
lloverán tus manos.
En algún
delirio pasajero.
Como un
silencio inconfesable,
o una oración
perdida en el aire.
Talvez
estaré ahí,
ya ido,
ya mudo,
ya
desierto,
construido
y transformado,
en aquel
abrazo inerte,
que en tus
manos,
desde siempre
fui.
Daniel
Castro A
Venecia,
Italia.
27-12-12