Y cuantas
veces soñaré tu nombre en silencio.
Y me
abrazaré a tu ausencia
como un
niño
que
lentamente aprende a contener las lágrimas.
Y de cuantas
voces he de huir,
y cuantos
atardeceres intentaré olvidar.
Me
encontrarán un día
en algún
amanecer sin nombre
ya sin
luna,
sin noche,
transparentandome
en la arena,
tratando de
crear hadas
con una
música ilusoria.
Así sea.
El hombre
es una llama
predestinada
a resplandecer
sin ninguna
mirada que la contemple.
Y solo,
seré luz,
y canto en
las sombras tranquilas,
y el beso
del viento al mar
que es su
único dueño.
No sé,
cuantas
veces soñaré tu nombre en silencio,
y me
abrazaré a tu ausencia
como un
niño
que
lentamente aprende a contener las lágrimas,
para saber
llorarlas.
Daniel Castro
A.
Venecia,
Italia.
16.07.13