Thursday, September 20, 2012

Perdí y qué importa...



Después de 500 batallas perdidas
construyo finalmente una victoria,

descubro en silencio quien soy yo tras la puerta,
para mí,
para ellos,
para vos,

para quien pase y me reconosca.

Quien me espera?

Nunca  quise el olvido
pero me lastimaba el recuerdo.

El no ser niño.
El no ser viejo.
El no sér quizás.

Bebí atardeceres con los ojos cerrados,
abracé el mar lejano,
besé lágrimas con boca de mujer,
me sentí ausente,
perdido,
encontrado,

y cada vez que recordaba un nombre
se abría en mí un universo,
con su más generoso infinito,
de ciudades
de sonrisas
de rostros
de calles
de vergüenzas
de verdades.

Hay que reconocer
que después de 500 batallas
uno se siente importante.
Más querido y más odiado.
Más reprimido y más libre.

Como un gigante, o un enano.

Y no importa si ese sentimiento dura un día,
o una hora
o un café con su respectivo cigarro,

porque después de 500 batallas,
aunque sean  todas perdidas,
uno se da cuenta que,
(les guste o no)
está vivo.


Daniel Castro A.
Venecia, Italia.
20-09-2012